La Muerte es un Trámite

Ya mi papá no está 
ni siquiera en el grupo de Whatsapp.
Alguien lo sacó.
Ya no está.
No estará más.
Nunca más lo veremos.

Ya solo es una foto, 
solo nos quedan sus cuadros. Sus libros, su recuerdo.
Ya no está.

Quiero creer que en el sol que me ilumina la cara y en el rayo que se refleja en su pintura, está su alma.

La muerte es un papel que dice que murió.
Un zumbido en mis oídos desde hace seis meses.
La muerte es un trámite.

Es una conjugación del verbo estar en pasado.
Mi padre es pintor
mi padre era pintor.

La muerte es la vida.
Es mi mamá 
viendo el programa favorito de mi padre como si estuvieran viendo televisión juntos y usando su ropa, a pesar de que le quede grande.
Sus camisetas, sus bufandas, su chaleco de rombos. 
 
La muerte es quedarse sin palabras por seis meses.
Es contar varias veces los platos que van en la mesa. ¿Cuántos somos ahora?
Es llorar y sentir que, contrario a lo que te dicen, con el paso del tiempo duele más, más días es tener que aceptar, es resignarse. Confirmar que sigue doliendo y que dolerá por siempre.

La muerte es un silencio que perturba. 
Un silencio eterno.

La muerte es confusión.
No entender qué está pasando cuando ves un ataúd entrando a un horno crematorio. 
Darte la vuelta para no verlo. No ver ese momento justo, en que esa caja de madera comienza a desaparecer. Mirar al otro lado, al paisaje, al horizonte, a la tortuga que camina lento en un pequeño arroyo, al lado del lugar donde está desapareciendo mi padre.



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